lunes, 24 de febrero de 2014

La Venezuela bolivariana y la izquierda acrítica.

Desconcierta constatar hasta qué punto incide en América Latina la política exterior norteamericana. Claro está que hablamos de los efectos en los terrenos que son propios de la izquierda política. El Departamento de Estado y la Casa Blanca se han ganado, como poco desde 1898, sino desde 1848, la animadversión, el descrédito y la ojeriza de cualquiera que se considere progresista y viva al sur del Río Grande. Algo parecido lo encontramos, aunque por razones particulares y específicas, en España. Por lo que a América Latina respecta, no hace falta recordar la Doctrina Monroe, la diplomacia de las cañoneras, la política del big stick, la Doctrina de Seguridad Nacional, etc., etc. Los Estados Unidos han actuado en el Continente siempre con soberbia, con desconocimiento cuando no con desdén, con injerencias impropias de un vecino razonable, o evidenciando síntomas claros de ensimismamiento y concentración monocorde sobre sus intereses más primarios y coyunturales.


Escribía recientemente Peter Hakim que en la cumbre de la CELAC celebrada en La Habana el único punto de gran consenso entre los miembros de la comunidad ―pese a su distinta adscripción ideológica― fue su oposición a las políticas de Washington que tratan de aislar y castigar a Cuba, y que son vistas como injustas, anacrónicas e improductivas. Es por eso que ningún país del área, incluso los de mayor sintonía con el Departamento de Estado, está dispuesto a criticar la represión en Cuba, sus violaciones de los derechos humanos, o la penuria económica en la que se encuentra sumida la inmensa mayoría de su población. Conclusión: en toda la región, Cuba es tratada como un país normal, precisamente porque los EEUU lo trata como un paria.


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