miércoles, 29 de octubre de 2014

Brasil no es una isla, o la corrupción como pandemia.

Apuntemos algunas ideas contrastadas: si durante los años 2007-2010 Brasil había crecido al 5%, en el período de la presidenta Dilma Rousseff, 2010-2014, lo ha hecho al 2, contra el esperado 4%; el Real, la moneda oficial, se ha depreciado, lo que ha aumentado la desconfianza de los consumidores; se ha constatado una pérdida del valor de mercado de empresas estatales, como la inmensa y fundamental Petrobras; ha aumentado la inflación, una bestia negra de la economía y de los ciudadanos de Brasil; ha descendido el volumen de las inversiones extranjeras, singularmente las de China, en torno a un 10% en los años 2010-2013. Además del doloroso fracaso deportivo de la canarinha, el Mundial de fútbol ha tenido un costo sorprendentementeo mayor que los tres anteriores mundiales sumados. El evento se desarrolló entre graves acusaciones de corrupción y, en general, ofreció una imagen de improvisación e incumplimiento de plazos en la finalización de obras. El resultado final ha generado, justo al contrario de lo que se pretendía, un deterioro de la marca Brasil en el exterior.
En la medida que los meses anteriores al Mundial de fútbol se produjeron extraordinarias movilizaciones y protestas por todo el país..., (Leer más



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